Un autobús, una ventana, un paisaje, un destino. Un sentimiento, tú, un chico, un destino.
Te montas en el autobús con la presencia de la soledad, y lo primero que miras es el paisaje a través de la ventana. Te quedas embobad@ mirandolo fijamente, sin pensar en nada, solo en donde debes bajarte y cuanto tiempo falta para llegar a ese destino.
Piensas que nunca te vas a enamorar hasta que un día conoces a alguien, solo sabes mirarlo, en la inopia, pensando en que momento debes declararte y cuánto tiempo debes esperar para cumplir tu destino deseado con esa persona.
Entonces ves algo que sobresale a la vista, y fijandote bien en ello, te das cuenta de que es tu reflejo en la ventana, por encima de ese paisaje al que tanto mirabas y contemplabas.
Hasta que un día te das cuenta de que no debes esperar, mirandolo desde lejos, sin hacer nada, sin intentar llamar su atención. Debes mirarte a tí misma y dar el primer paso, tú eres la primera en esto, tú eres la que debes ser mirada llamando su atención.
Empiezas a mirarte en el reflejo de la ventana, peinandote y fijandote en tí misma por una vez en todo el recorrido. Cuando bajas, te mira, el chic@ que te gusta, la persona a la que amas, se te acerca, y te alaga. Y és entonces cuando llegas a tu destino.
Aveces hay que fijarse en un@ misma para llamar la atención del chic@ que gusta, pues él o ella no se fija en si mism@, sino, en la persona a la que busca amar.
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